martes, 11 de noviembre de 2014

Escribir para combatir la depresión.

Hace un mes y medio, mi doctor me dijo que estoy depresiva. He estado yendo al psicólogo y parece que día a día mejoro, pero aún me queda bastante por arreglar en esta alocada cabeza mía. Todos los días al levantarme me siento vacía, como si algo me faltara. Después, en clase, empiezo a agobiarme y solo deseo que se acaben las clases y llegar corriendo a mi casa, el único sitio en el que estoy tranquila y consigo relajarme. Estos meses han sido duros para mí. Mis amigos empezaron a darme de lado (otra vez), por lo que tuve que buscarme unos nuevos, exceptuando a mi mejor amiga, a la que veo quince días más o menos al año porque vivimos muy alejadas la una de la otra. Cuando encontré a dos chicos y dos chicas que creí que eran de mi estilo, del mismo tipo de persona que yo, apareció ante mí algo que pensé que nunca me pasaría: me sentí aceptada. Estuve en una especie de nube durante dos semanas, el tiempo que tardó el grupo en disolverse porque una de las chicas había pedido salir a uno de los chicos, este la había rechazado (con bastante suavidad) y ella se enfadó y dejó de hablarle. Al final, las dos chicas se fueron por su lado, los dos chicos por otro lado... y yo sola, como siempre. Dicen que lo bueno siempre se acaba, pero lo mío es ser gafe o tener una maldición o algo, porque no es normal que se me acabe tan rápido. Al volver a sentirme sola, me aislé en una burbuja y empecé a comerme la cabeza, incluso llegué a pensar que si me suicidaba el sufrimiento terminaría antes, pero por suerte mi mejor amiga me convenció de no hacerlo, llegando a amenazarme con coger un autobús hacia aquí y verse obligada a separarse de su madre enferma si así lograba impedirme cometer una locura. Eso es una amiga de verdad. Después de ser convencida, fui al psicólogo, al primero que encontré y al que antes me dio cita. Dos de los tres que he visitado pretendían hincharme a pastillas, pero me negué. No he vuelto. Sé que un desbarajuste emocional puede curarse con terapia y sin necesidad de pastillas, así que preferí evitarlas. Aunque la terapia da resultado más lentamente, esto me está ayudando a ser fuerte psicológicamente, al contrario que las pastillas, que me crearían dependencia, ya que al dejarlas volvería a estar mal. Una de las terapias que me ha recomendado el psicólogo es escribir cada vez que empiece a agobiarme o sentirme mal, así que en ello estoy, intentando concentrarme y distraerme. Mañana iré a dar un paseo al monte con el perro y mi familia y me pondré a gritar como una loca, que es otra de las cosas que me han recomendado. Yo solo espero que esto se me pase rápido, porque no es nada agradable. ¡Deseadme suerte!

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