sábado, 2 de mayo de 2015

Malos días

A todos nos ha pasado alguna vez, y seguro que más de una, que nos hemos levantado con el pie izquierdo. Cuando esto pasa, lo vemos todo negro, aburrido y pensamos que nada nos sale como debería. Pero esa, en mi opinión, no es la peor parte de tener un mal día. Y es que, cuando tenemos un mal día, pararte de comernos la cabeza a nosotros mismos pensando que estamos teniendo un día asqueroso, lo pagamos con los demás. Y eso sí que duele: estar teniendo un buen día, o uno normal, y que llegue alguien que no está teniendo uno tan bueno y te lo fastidie. Debemos aprender a controlarnos, los demás no tienen que pasar un mal día por que nosotros lo estemos pasando.
Otra cosa que fastidia mucho de los malos días es que acabas tan enfadado o tan triste que llega un momento en el que dices cosas que piensas pero que no querrías decir. Y cuando lo intentas arreglar, lo empeoras. Pongamos un ejemplo para que se entienda mejor (caso hipotético): yo estoy harta de estudiar hoy, llevo un día de perros en el que no me sale nada bien y no me concentro, me falta poco para un examen importante y cuando me preguntan que como voy, solo quiero llorar y digo que quiero dejar el instituto, pero al día siguiente me lo pienso mejor, porque ya pienso con más claridad y me doy cuenta de que solo he dicho eso porque estaba frustrada y tenía un día de perros. Pero lo dicho, dicho esta y no lo puedo cambiar. La sensación debe asemejarse mucho a cuando estás borracho y llamas a tu ex por teléfono y al día siguiente te das cuenta de que acabas de liar una buena.
Por eso, los días malos hay que intentar verlos con positividad, dentro de lo que cabe, para no fastidiarla y para no fastidiar a los demás. Si hay que irse solo a dar un paseo por ahí para despejar la mente, se va, o se busca una alternativa para no tener que intentar arreglar situaciones que después no haya por donde cogerlas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario