domingo, 28 de septiembre de 2014
Un verano difícil
Este verano no ha sido difícil solo para mí. De hecho, mi verano comparado con el de una de mis mejores amigas ha sido un verano estupendo. No quiero decir el nombre de esta amiga porque estoy segura de que prefiere permanecer en el anonimato y esa es una cosa que debo respetar. La pobre iba a vivir el mejor verano de su vida, iba a ser espectacular, iba a recorrer gran parte de la península (aunque la mayoría iba a ser de pasada entre sus dos destinos), pero el plan se le fastidió por completo cuando le diagnosticaron un tumor maligno a su madre. Lo han pasado fatal las dos, y en general toda la familia ha sufrido un montón, pero sobre todo mi amiga, porque tiene desde muy pequeña una conexión muy especial con su madre, y perderla sería perder una gran parte de sí misma, aparte de perder a la única persona que durante toda su vida ha estado a su lado en las buenas y en las malas, apoyándola, aconsejándola y consolándola cuando lo necesitaba. Eso que le diagnosticaron es una cosa que para nada te esperas y que pone tu vida al revés. Son momentos de no saber qué hacer, de incertidumbre total y sin embargo en lo que tienes que tomar muy precipitadamente una decisión que puede condicionar tu vida en muy poco tiempo, principalmente porque si eliges mal puedes perderla, y eso siempre es lo último que se quiere. Ahora, tras haber acabado con un mes y medio de tratamiento, están a la espera de que le digan si han conseguido erradicar ese tumor, si pueden continuar viviendo su vida como si nada o si por el contrario aún continúa enferma. Espero que sea lo primero, pero pase lo que pase, quiero que mi amiga sepa que siempre estaré ahí cuando me necesite, que no me volveré loca otra vez por ningún chico, que la envío mucho ánimo desde la distancia y que la quiero mucho, porque es la mejor y la primera que siempre está ahí cuando necesito apoyo. Suerte mi vida.
Después de casi 4 meses...
Llevábamos un montón sin escribir nada. He tenido todo el verano presente en un rincón de mi cabeza este sitio, pero ha sido un verano tan raro que no sabría ni por donde empezar. Bueno, lo primero de todo es decir que me he comportado como una completa estúpida. Conocí a un chico a quien yo creía maravilloso, el chico más especial que había conocido en mi vida: guapo, con unos ojazos increíbles, amable, atento, adorable, majísimo... Podría pasarme un día entero escribiendo cosas buenas de él. La cosa es que me dejé llevar y acabamos saliendo. Era el primer novio que había tenido en toda mi vida, así que me pasó lo que me pasó, dejé de lado a mis amigas, esas que habían estado siempre ahí cuando las había necesitado, que me apoyaban en todo, mis compañeras de risas y de lágrimas y todo por él. Empecé a cambiar, pensando que así le gustaría mas y que conseguiría que no me dejase nunca. ERROR. Al poco tiempo, un mes más o menos, descubrí que él realmente no era así, que estaba conmigo porque había hacho una apuesta con sus amigos para ver cuanto tardaba la pobre Mireia en darse cuenta de que era todo falso, que él no era así. Yo me enamoré completamente y él solo estaba jugando conmigo. Lo pasé fatal, pero eso no fue lo peor. Por estar con este chico, había dejado a mis amiga, que ya se habían hecho a la idea de vivir sin mí y de no necesitar mi hombro para llorar cuando estaban mal ni mis risas cuando estaban bien. Así que cuando él me dejó y se comprobó lo que mis amigas llevaban diciéndome todo el verano y de lo que yo no había querido darme cuenta, estaba sola y no tenía a quién recurrir. Por suerte, una a una se fueron apiadando de mi, no sin soltarme un sermón por delante de que ya me lo habían advertido y no las había querido escuchar y de que novios puedes tener muchos, pero amigas de verdad hay pocas y no debes dejarlas tiradas por un chico, sobre todo cuando te advierten de que ese chico no es bueno para ti. Así que lo único bueno que he sacado de esta relación es la lección de que JAMÁS DEBO CAMBIAR A MIS AMIGAS POR UN CHICO.
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